Resumen:
En México, las enfermedades de tipo bacteriano representan un problema de salud pública, debido al fenómeno de resistencia por parte de todos los patógenos bacterianos (McMichael, 2000), lo que ha ocasionado un alto índice de venta de medicamentos con actividad antibacteriana que representan un mercado anual de 960 millones de dólares (Dreser et al., 2008). Este panorama muestra que existe una gran necesidad de buscar nuevos compuestos que puedan ser utilizados como medicamentos ante enfermedades infecciosas. Diversos estudios han mostrado que los organismos marinos tienen un gran potencial en la búsqueda y descubrimiento de nuevas sustancias bioactivas que puedan ser desarrolladas como fármacos, siendo las esponjas una de las fuentes más prometedoras. Es bien conocido que las esponjas contienen frecuentemente y de forma abundante microorganismos asociados, que pueden llegar a representar hasta el 40% de la biomasa del organismo. Éste hecho, unido a la similitud estructural de muchos productos naturales aislados de macroorganismos y bacterias, ha llevado a plantear la idea de que en muchos casos las esponjas no sean las verdaderas productoras del compuesto bioactivo, sino que éste tenga un origen microbiano. A partir de esponjas del género Haliclona se han aislado diversos productos naturales con interesantes actividades farmacológicas (Bokesch et al, 2002), desde anticancerígenas, antibacteriales, antiparasitarias, hasta contra el fibrosarcoma, entre otras (Akiyama et al, 2009; Arai et al, 2009; Aratake et al, 2009; Lakshmi et al, 2009a; Lakshmi et al, 2009b). Pero poco se conoce acerca de las bacterias asociadas a esta esponja.