Resumen:
Las especies marinas no nativas son consideradas como una amenaza para la biodiversidad debido a su potencial para competir con especies nativas y utilizar sus recursos, por su alteración de los flujos de energía a través de las comunidades y por facilitar la introducción de otras especies no nativas y por tanto disminuir la diversidad biótica regional (Grosholtz, 2005; Bulleri et al., 2008; Miller et al. 2011). Las especies macroalgales no nativas están representadas por varias especies invasoras que se han diseminado rápidamente en muchas nuevas regiones y han establecido grandes poblaciones y que pueden llegar a causar impactos ecológicos importantes en los ecosistemas costeros (Schaffelke and Hewitt 2007, Williams and Smith 2007; Thomsen et al. 2009). Actualmente, se han registrado a nivel mundial, de 163 a 260 especies de algas introducidas (Ribera-Siguan, 2002). Los estudios sobre algas invasoras cada vez son mayores alrededor del mundo, sin embargo, en México son contados los estudios que se tienen sobre especies de macroalgas no nativas o invasoras. Por ejemplo, el alga roja Acanthophora spicifera que en el archipiélago de Hawáii ha sido muy nociva, ha sido reportada en la Bahía de La Paz en una localidad pero solo en relación a su epifitismo con otra alga (Ávila et al. 2012). Así mismo se tiene un breve reporte de la especie Caulerpa verticillata que fue encontrada en dos localidades de la bahía (Pérez-Estrada et al. 2013), esta especie es considerada como invasora incluso en las costas de Florida en donde es nativa (Jacoby et al. 2009). Debido a esto, es importante el estudio de la flora no nativa dado que la conservación de la biodiversidad en un país debe contemplar la prevención, detección temprana, manejo, control, erradicación, concientización pública, regulación y legislación, y por tanto la investigación sobre especies invasoras es de alta prioridad.